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Cultura, Política, y Futuro de Argentina

Entre el ocaso de la batalla cultural y la emergencia de nuevas sensibilidades, Argentina atraviesa un cambio de época. Tesón propone una lectura política de nuestra estructura sentimental actual, marcada por la oscilación entre modernismo y posmodernismo, por la figura del avatar y por la necesidad urgente de renovar las formas de hacer política.

Tiempo de lectura: 9 minutos

Cultura y Política

En 2011, el empresario de medios conservador Andrew Breitbart acuñó una noción que se haría famosa en los años posteriores: la frase ‘Politics is downstream from culture’. En español, podríamos captar el espíritu de esta idea con la expresión ‘la política es un reflejo tardío de la cultura’.

Ya desde entonces, diversas corrientes de lo que podríamos denominar izquierdas y derechas impusieron una forma de ‘hacer política’ con una fuerte carga ideológica. Como resultado, tanto el progresismo como sus contrapartes de derecha establecieron un campo de disputa al que denominaron ‘batalla cultural’.

En los últimos años, de una forma u otra, muchas de las discusiones que mantuvimos se enmarcaron dentro de ese campo de disputa. Aspectos tan diversos como el resultado fiscal, el arancelamiento al comercio, la destrucción o cuidado del ambiente, entre otros aspectos quedaron enmarcados dentro de estigmas relacionados con uno o más grupos. Esto debilitó las posibilidades de alcanzar consensos claros entre distintos sectores.

Afortunadamente, la batalla cultural se agotó como tema de discusión. Estamos entrando en una época de vacío de demanda. Es cierto que aún hay quienes se interesan en estas discusiones interminables, pero, en su mayoría, los más jóvenes hoy prefieren el lifestyle antes que preocuparse por la resurrección del feminismo o “las ideas de la libertad”. Debates que hasta hace dos o tres años avivaban la participación política ahora parecen perder relevancia para la generación Tik Tok

Aquellas jóvenes que se formaron al calor del #NiUnaMenos rondan hoy los 30 años, mientras que quienes más creyeron en Milei tienen entre 21 y 25. Ambas oleadas siguen defendiendo sus causas, pero habiendo ambos tenido la oportunidad de institucionalizar sus proyectos, perdieron su condición de novedad y rebeldía. Esto, lejos de ser una crisis, representa una tregua: una oportunidad para aliviar el espíritu de una época marcada por el conflicto.

Sin embargo, el agotamiento de la batalla cultural como issue no representa un cambio en la estructura de sentimiento de la época. El electorado continúa en la búsqueda de nuevas “soluciones universales” mientras exhibe un relativismo absoluto casi cómico, donde cualquier afirmación puede convertirse en verdad o mentira de un día para otro, según convenga a cada facción política.

Los grandes perdedores de la batalla cultural no fueron ni los progresistas ni la derecha, sino aquellos que priorizan la practicidad de las ideas sobre su origen ideológico, así como muchas personas que esperaban respuestas de una clase política que, ante la incapacidad de ofrecer resultados concretos, optó por brindar incentivos ideológicos o derechos abstractos.

Estructura Sentimental de la Época

Sería simplista e ingenuo ignorar que la política requiere tanto de la ideología como de la creación de cultura. Sin ir más lejos, algunos de los errores fundamentales del modernismo fueron creer que la ciencia puede ofrecernos todas las respuestas, que la educación formal produce ciudadanos modelo y que toda nueva forma de orden es necesariamente superior. El posmodernismo cayó en vicios similares, reduciendo las experiencias personales a estereotipos de clase, resistiéndose a las nociones científicas sobre la sexualidad y llevándonos a creer que todo podía explicarse exclusivamente desde una perspectiva cultural.

Es posible vincular algunas de estas creencias con experiencias políticas del pasado: el modernismo con ciertas formas de fascismo y el posmodernismo con algunas corrientes del progresismo. Pero, ¿de qué trata la época actual? ¿Qué subyace detrás de fenómenos políticos como el de Javier Milei o, en términos más generales, los de otros países? Para comprenderlo, es fundamental identificar la estructura sentimental de nuestro tiempo

Si el modernismo se caracterizó por su fe en el progreso racional y el posmodernismo por su escepticismo y relativismo, la sensibilidad de nuestra época parece oscilar entre ambos extremos. Esta actitud es denominada como metamodernismo por algunos críticos sociales y podría bien resumir múltiples manifestaciones culturales del presente.

El metamodernismo se compromete con el resurgimiento de conceptos del modernismo como la autenticidad, el romanticismo, el idealismo, el potencial de las grandes narrativas y las verdades universales, sin perder las ideas del postmodernismo.

En el ámbito político, esto se traduce en un electorado cada vez más dispuesto a adoptar discursos que combinan elementos supuestamente contradictorios: una reivindicación de la tradición junto con el entusiasmo por la disrupción tecnológica, un rechazo a las élites políticas combinado con una búsqueda de liderazgos fuertes y carismáticos. Esto también explicaría por qué el electorado parece no comprometerse de manera firme con ninguna dirección político-cultural, independientemente de su origen.

En el fondo, posiblemente esto no configure una contradicción, sino simplemente una oscilación entre estos y otros elementos. El metamodernismo, entonces, no es una postura política, sino una estructura sentimental o un conjunto de emociones que subyace a nuestra época.

Javier Milei, una Manifestación Metamoderna

El gobierno de Javier Milei se perfila como inédito, un experimento en materia ideológica y comunicacional. La mixtura entre elementos metamodernos y futuristas define su filosofía. Aunque inicialmente pueda parecer aventurado crear una categoría exclusiva para este experimento, es difícil imaginar un gobierno de estas características en cualquier otro momento de la historia.

Contrario a otros líderes occidentales, el Presidente reintroduce la idea de un Dios como autoridad suprema, orientando su liderazgo hacia una conexión con las supuestas verdades universales. Para él, el bien y el mal son realidades tangibles que dictan la conducta política. De este modo, los actores del sistema operan bajo la influencia de estas fuerzas, independientemente de sus trayectorias personales. Por tanto, no hay contradicciones.

Esto explica por qué aquellos que podrían tener afinidades ideológicas con el Presidente, como el Papa Francisco, se convierten en objeto de escarnio. En contraste, figuras como Scioli, Bullrich y otros logran superar su pasado, eligiendo actuar en favor del bien. No es su ideología lo que los define, sino su compromiso práctico y su utilidad para el bien o el mal.

El Presidente también propone dejar atrás la melancolía y promete la singularidad como un futuro ineludible, no solo para Argentina, sino para el mundo entero. Augura un horizonte donde la edición genética, los vientres artificiales, los sustitutos alimenticios en forma de pastillas, las colonias en Marte y el transhumanismo en general se convierten en realidades tangibles.

Tales elementos, junto al avatar de primer presidente libertario y anarcocapitalista, atraen la atención de las principales empresas tecnológicas del planeta. Sucedáneas entrevistas con los CEOs de Google, Apple, Meta, y una recomendación especial de Elon Musk para invertir en Argentina marcaron el punto culminante de la atención internacional.

No es casualidad que quienes impulsan la segmentación algorítmica, la deconstrucción y la fragmentación en nichos se vean atraídos por una figura que fusiona esos mismos conceptos con el resurgimiento del idealismo, la autenticidad radical, o el poder de las grandes narrativas. El avatar “Javier Milei” sintetiza nuevas formas políticas de interpretar y ver el futuro. El mito es narrado por él con su usuario de X, para todo el mundo: Argentina ha quedado pequeña.

Independientemente de cómo ejerza su investidura, el avatar trasciende a la persona de Milei. La carne es simplemente una extensión del avatar, y no al revés. Casi por transitividad, esto también se aplica a nivel local, donde existen influencers y funcionarios avatares cuyos nombres reales tienen importancia reducida: ‘Gordo Dan’, ‘Juan Doe’, entre otros, alimentan la mitología local.

Cada vez es más claro que la avatarización es una parte troncal del futuro. Donde las mentes viejas ven «mediaciones tecnológicas», buena parte de los militantes de Milei solo perciben extensiones de sí mismos. Los avatares de Milei buscan resaltar como artistas utilizando la IA o emitiendo mensajes cuya calidad es menos relevante que su oportunidad y velocidad. La cadencia es sinónimo de retorno; en X, es posible percibir dinero de acuerdo con las interacciones y alcance conseguidos.

Curiosamente, el único anti-avatar es Santiago Caputo, hombre clave para el gobierno. Su nombre e historia personal son materia pública, mientras que los periodistas y público general buscan descubrir y descifrar su supuesto avatar.

El desenlace de este experimento político dependerá de qué prevalezca en la memoria colectiva: el avatar o el Milei material. Es evidente que cuanto más profundice Milei en su avatarización, más se alineará con la esencia de su proyecto.

Proyectos Políticos y Futuro

Cualquier proyecto político que aspire a ser relevante deberá tener en cuenta las estructuras sentimentales que dominan nuestra época. Estos proyectos deberán reconocer que vivimos en una era marcada por la ambivalencia, la transitoriedad de las verdades y las narrativas fluidas. Cualquier intento de regresar a las recetas melancólicas del modernismo o del posmodernismo va a ser inútil y antitético a las demandas de la sociedad.

Sin embargo, esto no significa carecer de anclas de significado. La creación de nueva semántica va a ser fundamental para trascender y oscilar en las contradicciones del presente y futuro. Sin ir más lejos, la palabra “casta” representa una herramienta fundamental para enunciar un antagonista claro.

Aspectos clave van a ser la aceptación de la dualidad entre el avance tecnológico y la preservación de estructuras tradicionales, la oscilación entre la globalización y el desarrollo de una identidad argentina sólida, así como el equilibrio entre la apertura económica y la protección de sectores estratégicos en un contexto de creciente conflictividad.

Cualquier proyecto que intente una coherencia absoluta está destinado al fracaso; en cambio, el éxito va a depender de la capacidad de adaptación, la flexibilidad y un pragmatismo político capaz de oscilar las contradicciones trascendiéndolas con nuevas propuestas ideológicas y prácticas.

El pragmatismo va a ser fundamental, no como renuncia a los ideales, que deben ser marcados, sino como estrategia para administrar un electorado crecientemente heterogéneo y fragmentado en nichos. Esta practicidad se relaciona directamente con la transmisión de firmeza y honestidad intelectual con un camino claro.

Desde finales del siglo XX, la política dejó de ofrecer grandes relatos, planes a cinco o diez años, y se concentró en responder a demandas fragmentadas. Esta lógica se tradujo en gobiernos que operan en modo reactivo, siguiendo la agenda que marcan las redes sociales o los focus groups. Un proyecto político del futuro no puede renunciar a la escucha activa, pero debe combinarla con capacidad de anticipación y construcción de sentido.

En lugar de buscar “consensos” que, en última instancia, terminan diluyéndose en el relativismo y mediocridad factual, el futuro de la política en Argentina deberá aspirar a la oscilación. En ese contexto, el activo más importante va a ser la credibilidad. No basta con ser coherente o defender ideales abstractos; cualquier líder va a tener que demostrar autenticidad e intenciones genuinas, incluso a costa de parecer excéntrico. En otras palabras, el compromiso ya no es una performa vocativa, sino una manifestación totalizante.

Políticas Concretas para el Desarrollo Nacional

Al margen de la forma “externa” que posea ese proyecto político futuro, es necesario el diseño de un contenido que redunde en crecimiento económico, valores civilizatorios, y cohesión social. Es necesario diferenciar la manifestación y reflejo del sentimiento de época con aquello que efectivamente se impulsa en los hechos. En otras palabras, es posible diseñar diversos cursos de acción mientras se validen los sentimientos del electorado.

A continuación, sugiero algunos cursos de acción concretos que, utilizando una práctica comunicacional y política metamoderna, considero servirán para trazar un futuro con las características descritas: crecimiento económico, valores civilizatorios, y cohesión social.

Búsqueda de una Renovada Identidad Argentina

Con base en los elementos que ya conforman parte del ideario nacional, es preciso delimitar un sendero de principios, reglas, guías, que sirvan como damero para la toma de decisiones a diferentes escalas. En otras palabras, la creación de una cultura sólida. Es posible utilizar estructuras ya creadas, de corte religioso, consuetudinarias, legales, entre otros.

Neutralidad Periférica

Adopción de un enfoque humanista en materia de política exterior. Rechazo a los alineamientos automáticos. Autorreconocimiento de liderazgo periférico. Estrategia de recepción de capital humano con perspectiva territorial.

Estrategia de Seguridad Nacional

Diseño de estrategia claro. Con enfoques variados, incluídos territorial, militar, energético, tecnológico, alimentario, comercial, cognitivo, entre otros.

Autonomía Federal

Revisar el sistema de coparticipación para impulsar la recaudación local bajo premisas preestablecidas. Descentralización. Favorecer la toma de decisiones e impacto electoral local. Permitir una mayor amplitud de experiencias federales en materia jurídica, fiscal, entre otros.

Liberalización del Comercio Exterior

Redefinición de sectores estratégicos y plan de readecuación laboral. Apertura de sectores varios. Lobby en el mercosur, negociación de tratados de libre comercio.

Reforma Tributaria y de Servicios

Reducción de cantidad de tributos, diferenciaciones claras por escala de gobierno. Enfoque progresivo con deducciones significativas según incentivos establecidos. Lucro derivado de inversiones locales exentas. Campaña masiva de blanqueamiento y trazabilidad de servicios públicos.

Enfoque Productivista e Industrialista

Derecho pro-comercio, producción, e industria. Propiedad privada y garantías comerciales sólidas. Agilización de procesos judiciales civiles, comerciales, financieros, etc. Desregulación y disolución de agencias de control. Nuevo control basado en costo económico y penal de daño a terceros.